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Ramón dos, dirigentes uno, River cero


Ramón Díaz, en discordia con la dirigencia, renunció y le puso fin a su tercera etapa como entrenador de River, cuando aún tenía un contrato de año y medio por delante. Para entender esta decisión hay que remontarse a sus dos anteriores salidas, en 2000 y 2002, que se dieron en escenarios semejantes. El técnico cerró un capítulo más, siempre con dirigentes enfrentados, siempre campeón.




¿Sabés cuál es la diferencia entre Ramón Díaz y Dios? Que Dios no se cree Ramón Díaz”, decían por los pasillos del Monumental ese 12 de febrero de 2000, tan caluroso como lluvioso. Es que Ramón Díaz había presentado la “renuncia irrevocable”, a pocos días de haber perdido con los pibes de Boca por el Torneo de Verano en Mar del Plata. Nadie esperaba la dimisión. River había sido el campeón del Torneo Apertura 1999, luego de que Ramón caminase por la cornisa en una primera mitad de año en la que perdió el campeonato contra Boca, y por el desgaste que existía con algunos referentes del plantel: “Enzo era el referente que hoy no tenemos”, disparó Sergio Berti ante su ausencia en la lista de concentrados en dos partidos consecutivos. El otro marginado era el histórico lateral derecho Hernán Díaz, que se fue, regresó para cuando Ramón ya había armado las valijas y decidió retirarse en el 2001, cuando el DT se calzó el saco otra vez. Pero la cuestión central era la relación entre Alfredo Davicce y David Pintado, presidente y vicepresidente respectivamente, que se habían agotado del riojano. Pero los buenos resultados inclinaron la balanza, y echarlo significaba un costo político enorme. “Ellos hicieron todo para rajarlo, pero al final se fue Ramón”, fue otra voz que retumbó por el club. El fin llegó en el verano de 2000, por un mercado de pases insatisfactorio para el entrenador. Así terminaban los 1676 días de su primera etapa, en la que consiguió 6 títulos y un 59% de efectividad. Ya era el más ganador.


La posta la tomó Rubén Américo Gallego, que ya había sido campeón invicto en su única y efímera experiencia como director técnico de River en 1994. Y lo fue otra vez en el Torneo Clausura 2000. Sin embargo en los dos torneos siguientes se quedó en la puerta, fue segundo en ambos, y abandonó una fecha antes del final del Apertura 2001, el 7 de junio. ¿A quién llamaron Davicce y Pintado? Al más ganador, claro. Lo necesitaban como al aire. En realidad, la decisión estuvo apoyada por gran parte de la comisión directiva, en la cual las voces que más pesaban eran las de los candidatos a presidente para las elecciones de fin de año; dos de ellos fueron José María Aguilar y Mario Israel, luego presidente y secretario respectivamente, tras el sufragio.

El otra vez equipo de Ramón Díaz fue 2° en el Apertura 2001, y luego alzó el trofeo del Clausura 2002. Ya con Aguilar ostentando el sillón presidencial, el que se iba a llevar la sorpresa esta vez era el riojano."Decir las razones de la no continuidad de Ramón implicaría de alguna forma una descalificación que no corresponde, porque valoramos mucho su trabajo y el de su cuerpo técnico. Creemos no sólo que es un hombre de espíritu riverplatense sino que ha demostrado gran capacidad en sus distintas etapas en el club. Simplemente es preferir otra alternativa, otro giro, otro perfil, que nos permita encontrar otros caminos", se justificó el dirigente luego de decidir no renovarle el contrato al flamante campeón. Dos salidas y las dos veces campeón. Pero no iba a ser la última.

Tuvieron que pasar diez años y doce técnicos para que Ramón vuelva a dirigir en el Monumental. Esta vez fue Daniel Passarella el que buscó en el riojano la figura que le vuelva mansas las aguas. Las soluciones fueron inmediatas: 2° puesto en el Torneo Final 2013 y la clasificación a la Copa Sudamericana, que no era poca cosa en ese entonces. Sin embargo, la segunda mitad del año fue para el olvido: 17° en el Torneo Inicial y eliminación en cuartos de final de la copa.
“Hay un candidato que no me quiere. Si gana, me tendré que ir”, advirtió. Y fue el candidato que un mes atrás había dicho que el “equipo no jugaba a nada” y que Ramón debía dar un paso al costado, de no encontrar una solución al mal que presente futbolístico que atravesaba, el que finalmente ganó. El nuevo presidente empezó por renegociar el sustancioso contrato que el depuesto Daniel Passarella le había ofrecido al DT. Luego se encargó de hacer pública toda opinión respecto al rendimiento del equipo, siempre con un mensaje tácito. Las críticas se agravaron cuando el riojano le mandó el saludo a la barra: "Sin la menor duda, la opinión de anoche fue totalmente fuera de lugar. Si se está refiriendo al conjunto de hinchas lo podemos charlar, pero si se está refiriendo a un grupo que sólo genera violencia, está fuera de lugar", señaló D’Onofrio, que pocas semanas antes había declarado que"los barras son socios de River que no podemos discriminar".

Los resultados finales obligaron al presidente a recalcular su posición sobre la continuidad del entrenador. Aunque nunca lo quiso, luego del título conseguido el 18 de mayo último, anunció que Ramón Díaz iba a seguir. Los planes de echarlo ante un inminente fracaso, se redujeron a la nada. Así como se redujeron a un enorme vacío los corazones de los millones de hinchas de River al leer las malas nuevas: “Ramón Díaz renunció”. ¿Qué? Sí, renunció. ¿Pero cómo, si salió campeón? Pero renunció. Y ahora aparecen imágenes del 2000, y también otras del 2002, y nos encontramos con denominadores comunes en estos tres escenarios: enemistades con dirigentes, que a su vez son flamantes en sus cargos. Un poco de acá y otro poco de allá. Ramón le pasó factura. ¿No me querían? Tomá, ahora arreglate. Y de la parte dirigencial no hubo súplica, si al cabo era lo que querían.

Ramón es pillo. Siempre cae parado. La decisión estaba tomada de hace rato. No fue dirimida en la reunión del 27. Y otra vez le ganó el ego.Cuando River apenas se estaba levantando de la gran caída del 2011, con la alegría a flor de piel por el título obtenido, otro baldazo de agua fría le recordó que no existen los días de paz en Núñez. Los hinchas no tienen paz. Y no la tienen porque eligieron a un presidente antipopular, que también lucha por su ego, que trajo a Enzo Francescoli y a Norberto Alonso para decirle a Ramón: “Vos no sos más que River”. Pero se olvidó que él tampoco es más que River, ni que Ramón. Una lucha de egos en la que los únicos perjudicados son River y su gente. Aunque hay que destacar algo: D’Onofrio nunca ocultó sus ganas de correr al DT. Hoy es el técnico el que le da al hincha la gran desilusión y la sensación –o certeza– de que todo un proyecto se derrumbó, con todo lo que significa volver a empezar en este River tan golpeado. Ni D’Onofrio pensó en River cuando tuvo en mente, desde antes de asumir, una salida de Ramón que no le perjudique su imagen; ni Ramón Díaz pensó River cuando, a pesar del consenso prácticamente unánime en los hinchas, presentó la renuncia. Al final sólo perdió River.



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